Tania Zambrano: del alma del otro
Lectura Tangente por Marisol Pradas
9:40 pm 25-02-12 |
Ventanas al mar es el título de la exposición que la artista Tania Zambrano presentó el pasado miércoles 22 en los espacios de Kokai Sushi bar.
El concepto parece sencillo: pinta rostros que miran a través de las ventanas. Están bastantes descubiertos para pensar en misterios. Sin embargo, imperceptibles filigranas abren la posibilidad de estudiarlas dentro de los paisajes posibles que se vislumbran, el interior y el exterior. Ambos recrudecen el sentido de protección necesaria. Ambos observan y contribuyen a agudizar los sentidos.
La corriente de luz de la muestra es azul y en su gran mayoría los cuadros muestran el portentoso color que sella la piel de las mujeres y las texturas con que Zambrano trabajó. Lienzos, maderas que simulan ventanas, porcelanas y postigos antiguos conectan las miradas de los distintos personajes que construyen la propuesta lírica de retratos compenetrados con cielo y mar.
Son mujeres que observan mientras son observadas. ¿Qué hay en ellas? ¿Temor? ¿Tristeza? ¿Alguna emoción? ¿Algún tipo de esperanza?
En su mayoría tienen una serenidad ligera. Parecen saber algo que está más allá porque entre cielo y mar está una transparencia que permite vivir la vida conociendo de antemano todo lo que está por llegar, sin resignación, pero sí con la conciencia de saber que la madurez es la aceptación de lo que no podemos cambiar. De allí la contemplación, el camino de agradecer, de tener de aliada la firme convicción de la fe.
La técnica que utiliza la artista es sutil. Las líneas de los rostros son suaves en su mayoría. Con esbozos construye la armonía de ese mar interior que mueve a cada una de sus mujeres, sus miradas; sus rasgos las convierten en armonizadoras o neutralizantes de la actividad cotidiana que se mueve a su alrededor.
El mar mismo es una ventana, un espejo, una realidad virtual que escapa de los deseos humanos. La mar va a su antojo, a su ritmo; sin fatiga, con la fuerza cósmica de la continuidad.
El mar es la mujer y el hombre, la vida, la muerte; la llegada; la expectación.
Las ventanas, abiertas o cerradas, tejen la expresión del universo humano y forman un paralelo con la mirada. Los ojos de Tania Zambrano son de espera. De un aguardo largo, meditado; necesario.
Mucho del tiempo humano cuenta con la carga de la soledad. La ventana al mar llama a una conversación incesante. Nadie está solo. La cristalización de lo sagrado se inyecta de los colores que los artistas alcanzan.
Se observa en algunas de sus piezas cierta fugacidad en los trazos, cierta difuminación. Por el contrario, en otras, la delineación resalta los rasgos a la par de los colores. Mientras diluye coloca un velo que permite entrar a las sombras. Al reforzar las expresiones conecta con la vivacidad del rostro. Son estados de ánimo con los que experimenta Zambrano en este entrar y salir del alma de sus creaciones.
Para Zambrano lo importante es descubrir dentro de su obra la verdadera introspección subyacente, rodeada hasta cierto punto de un toque de ingenuidad. Y también de glamour, sobre todo en el cuadro silueteado que se encuentra con fondo rojo y que permite hacer un guiño completamente distinto y moderno a quienes lo analizan.
Casi todas las mujeres que esta artista plasma están en la etapa del reposo. Aunque están esperando no tienen el estigma de Penélope. Están como las olas, continuamente regresando, una y otra vez, al espejo, al ver, al mar; al mirarse dentro del alma del otro.
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